Si Catalunya regresó a la normalidad institucional tras pasar la página del procés , lo que ahora brilla por su ausencia es la normalidad institucional en España. “No ha habido ni un solo acuerdo, el desacuerdo ha sido absoluto”, lamentó al término de la cita un decepcionado Imanol Pradales. No era una opinión, sino una certidumbre mayoritariamente compartida e, incluso, buscada por algunos.
El único gran éxito de la jornada, aunque para la Moncloa ya era de por sí muy relevante, fue la foto de familia inicial. El rey Felipe VI, los presidentes del Congreso y del Senado, el jefe del Ejecutivo, y todos los líderes territoriales, juntos. Todos, incluido el lehendakari y el presidente de la Generalitat, anfitrión de la cita por vez primera en Barcelona.
Pero ni Pedro Sánchez logró imponer su agenda, para debatir y acordar soluciones al problema del acceso a la vivienda, ni cuajó la estrategia conjunta de los presidentes autonómicos del PP para exigir un adelanto de las elecciones generales. Ni, en fin, se avanzó ni un paso en una reforma del sistema de financiación autonómica, que caducó hace once años pero que también divide a la formación de Alberto Núñez Feijóo.
La madrileña Isabel Díaz Ayuso logró reducir la XXVIII conferencia de presidentes a mera anécdota, como la “cumbre del pinganillo”, según quedó rebautizada. Aunque algunos presidentes del PP, al menos en privado, también se mostraron “muy incómodos” con el comportamiento de Ayuso y con su “numerito”, según lo descalificaron.
Mientras Felipe VI estuvo presente en el palacio de Pedralbes, para presidir la tradicional foto de familia y mantener un distendido encuentro con los reunidos, se mantuvieron las formas pese a la agria tensión política reinante. Pero el anfitrión, Salvador Illa, ya alertó la víspera de que alguno de sus homólogos autonómicos, en alusión a Ayuso, venía a Barcelona con ganas de bronca. Y así fue, en cuanto el Rey se despidió, en la conferencia de presidentes que algunos consideran como la “más tensa” que recuerdan.
“O dejamos la crispación en el perchero, o este encuentro servirá para muy poco”, había advertido el convocante de la reunión, Pedro Sánchez. Pero, en ausencia de Feijóo, el ciclón Ayuso izó el estandarte de guerra contra la España plural, diversa y plurilingüe que defendió el presidente del Gobierno. Y se quiso hacer notar desde el primer momento.
La mayoría de líderes autonómicos expresan decepción: “No sé si merece la pena volver”, advierte el lehendakari
Sánchez se rodeó para la ocasión de doce ministros, quizá para compensar la presencia de los trece líderes territoriales del PP, que son mayoría absoluta en la España autonómica y que el próximo domingo se manifestarán en Madrid para protestar contra el Gobierno, al grito de “democracia o mafia”. En los saludos preliminares, Ayuso ya chocó abruptamente con la ministra de Sanidad y líder de Más Madrid, Mónica García, su otrora enemiga pública número uno en la Asamblea. “¿Vas a saludar a una asesina?”, le espetó.
Fue el primer gesto hostil de Ayuso, pero no el principal. Ya a puerta cerrada, Illa tomó la palabra en una intervención que realizó íntegramente en catalán y en la que emplazó a trabajar todos codo con codo y sin caer en “la tentación del boicot permanente”. También en catalán saludó el lehendakari Imanol Pradales, en gesto de deferencia al anfitrión, y prosiguió su intervención en euskera. Entonces, como tenía avisado, Ayuso se levantó y abandonó la sala. “Intolerable falta de respeto”, coincidieron en denunciar la delegación vasca y la Moncloa. “Ya lo había advertido”, replicó el equipo de la madrileña. “Todo lo que me tengan que decir, en español”, había demandado Ayuso. Y sin pinganillos.
La presidenta madrileña logró así que una pretendida guerra de lenguas cobrara todo el protagonismo. Y después, se reincorporó a la reunión, porque el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, pese a saludar en gallego, realizó su intervención en castellano. La bomba de la jornada ya estaba lanzada.
El lehendakari, en cambio, aseguró al término de la cumbre que se iba “con una sensación de decepción y tristeza”. “El espectáculo generado es inadmisible y bochornoso”, lamentó. Hasta el punto de que advirtió “No sé si merece la pena volver”. Un serio aviso. “Yo no quiero un país en el que puedas tomar cañas en libertad, pero no puedas hablar en tu lengua en libertad”, alegó el lehendakari.
La estrategia de Ayuso eclipsó la demanda conjunta de los presidentes del PP de exigirle a Sánchez el adelanto de las elecciones generales. Una reclamación que también comparte el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, ante un “ambiente asfixiante”. “Para mantener el espejismo de la gobernabilidad, se le entrega el mando a distancia a Carles Puigdemont”, denunció. Pero Sánchez dejó claro que todos ellos pueden esperar sentados. “La intención del Gobierno es respetar los tiempos de la democracia y celebrar las próximas elecciones en el año 2027, cuando tocan”, zanjó.
La ocasión se la sirvió el presidente de Asturias, el socialista Adrián Barbón, al proponer que la próxima conferencia de presidentes se celebre en su tierra. “No adelantes las elecciones porque no daría tiempo a celebrarla”, le rogó. “No te preocupes”, le interrumpió Sánchez, que le agradeció su ofrecimiento y animó al resto de autonomías interesadas a presentar sus candidaturas. “Habrá ocasión para todas”, resaltó, para reafirmar que no tiene ninguna intención de disolver la legislatura. Incluso Ayuso le pidió que la próxima cita se celebre en el Senado, y Sánchez recogió el guante. “Primero Asturias, y luego el Senado”, señaló, e insistió en que la legislatura será larga.
El presidente rechaza la presión para que adelante elecciones y zanja que serán en el 2027: “Cuando tocan”
La financiación tampoco fue objeto de consenso posible, pese a ser otra de las exigencias del PP. Y también del manchego Page, que reconoció abandonar la cita “enormemente decepcionado”. Según defendió, la reforma de la financiación no debe ser “un punto más”, sino la “condición previa” para no convertir en “estériles” todos los f